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Buenos días o noches dependiendo de la hora que osen leernos, a este espacio de entretenimiento interculturizado, que es creado desde lo más profundo del CICS UMA,claro,
!Por Trabajo Social!
El
hombre es un ser sociable, por lo tanto, establece con los demás diferentes
formas de comunicación. La más rica y compleja es la comunicación lingüística,
ejecutada bajo la forma de una unidad expresiva conocida como
discurso.
Según
el uso corriente, un discurso es un mensaje (verbal y oral) dirigido a un
público. Su principal función ha sido desde sus orígenes comunicar o exponer,
pero con el objetivo principal de persuadir.
El
discurso es el razonamiento extenso dirigido por una persona a otra u otras, es
la exposición oral de alguna extensión hecha generalmente con el fin de
persuadir, y que está conformada por tres aspectos:
a) tema o contenido
b) orador
c) auditorio.
a) tema o contenido
b) orador
c) auditorio.
Como podemos ver, el estar preparado, tanto texto, actitud y ambiente; el dar un discurso no es tarea fácil. Como ejercicio de la unidad anterior, Expresión Oral y Escrita Básica, a continuación muestro la reseña de una pelicula que habla del poder del habla de un hombre con miedo a hablar pero mas miedo a seguir callado; es la historia del Duque de York, el Rey de Inglaterra, de Bertie....
"¿Sabes por qué no acepte tus dos primeras propuestas de matrimonio? No porque no te amara, sino porque no podía soportar la idea de una vida en la realeza… de una vida de deberes públicos, una vida que ya no sería realmente la mía…Pero luego pense. el tartamudea tan bonito, que nos dejaran solos..."Helena Bonham Carter, en la interpretación de Isabel Bowes-Lyon.
“El discurso del rey” (título original: The King's Speech) , es un drama histórico dirigido por Tom Hooper, con la actuación de los británicos el ganador del Óscar Colin Firth, por su papel como el Duque de York en dicha producción, Helena Bonham Carter, ganadora del premio BAFTA por su interpretación de Isabel Bowes-Lyon, la fiel y perseverante esposa de Jorge VI, y de la encarnación del nada ortodoxo fonoaudiólogo Lionel Logue, también australiano Geoffrey Rush ganador de seis premios , incluyendo el Oscar por mejor papel secundario en esta producción y un Premio Tony a mejor Actor de Teatro, que le enseña a su Alteza Real Jorge VI el poder de controlar a una nación y a sí mismo.
La historia se sitúa en la Gran Bretaña de los años 30s, en donde el mandato de Jorge V ha terminado en pleno conflicto con una Alemania nazi, dejando una interrogante: ¿Quién será el responsable de proteger y dirigir a toda una nación en plena guerra? Esta se vuelve una preocupación intensa para Jorge VI, el Duque de York, el heredero más joven de la corona, pero no para Eduardo VII, el pasional e idealista hermano mayor, que era el ya nuevo Rey de Inglaterra, que al no acatar las normas acostumbradas inglesas, decide abdicar el trono por su casamiento con la socialite estadounidense dos veces divorciada, Wallis Simpson.
“Mi esposo ha visto a todos, pero sin resultados, ha perdido la esperanza… -No me ha visto a mí.-Demasiada confianza.- Estoy seguro de todo aquel que quiera curarse…” es la premisa con la que Lionel Logue comienza el polémico caso de devolverle la seguridad a un hombre con trono, en donde el principal factor de “rehabilitación” es una terapia de cuerdas vocales y de reconciliación con recuerdos tortuosos que tuvo desde pequeño el joven príncipe, que nos recuerda a la famosa “cura del habla” propuesta por Sigmund Freud, ahora ya reconocida como psicoanálisis. Pero esto no fue tan sencillo. La incapacidad de comunicarse correctamente por parte del Duque de York era proporcional a su desdén de humildad retrograda; el obstáculo del poder expresarse con su familia y con su pueblo lo segaba a su propia comunicación interpersonal, que no era tan pausada como se pensaría; el escucharse en silencio ya no era tarea de un líder que debía gobernar con puño de hierro pero con miedo a llorar.
El saber que el poder no se puede poseer sino que solo se ejerce, nos permite conocer un poco del sentir de los protagonistas de esta historia, que apostaban que el reto de gobernar era cuestión de actitud y de una melodía de nervios al hablar. Las palabras de esperanza que necesitaba el reinado ingles siempre habían sido escogidas selectamente y dichas en discursos fuertes y coherentes; la disciplina que necesitaba Bernie, una de las claves para la recuperación del habla por parte de Lionel era el saberse y tratarse como iguales aun al tratar con su Alteza Real, rompía con todo esquema previsto de formalidad en los métodos del doctor en problemas del habla, pero en esto radicaba precisamente lo que hacía diferente, y más conveniente, el desafiar el significado del discurso de este Rey “sin sentimiento alguno” por su delicada situación.
“-Dígame cuál es su primer recuerdo.- No estoy aquí para tratar asuntos personales. -¿Entonces para qué está aquí?- ¡Por qué tartamudeo, demonios!...” En la expresión oral y escrita, la conexión entre el hablante y el receptor no solo dependen del mensaje a transmitir, sino también el trasfondo y la circunstancia entre todos estos elementos; algo notorio en el desarrollo de toda la película es el desvió y menosprecio de los problemas personales por Bertie ante su inminente coronación. La responsabilidad de sus deberes reales menoscaba sus necesidades básicas de expresión y afecto que le fueron limitadas por su propia familia desde pequeño al irlo “perfeccionando” física y psicológicamente para sus futuras delegaciones. El tartamudeo y el miedo al trono solo fueron los resultantes de un equivocado liderazgo burocrático- autocrático por parte de su padre que fijaba sus objetivos a partir del miedo que hacia fortalecer su mandato real y familiar. Esto hace posible inferir que, así como comenzaron las deficiencias del habla estas no serán permanentes, estas desaparecerán al conocer y combatir con los episodios de ansiedad del pasado y los propinados por sus allegados al enfrentarse con Bertie en la toma de sus decisiones.
El trabajo en equipo es la clave del paradigma del discurso perfecto de un rey tan necesitado de esperanza como su misma nación; el reconocimiento de las debilidades y las amenazas del Duque de York, crearon la confianza en su propia inestabilidad que hizo relucir sus capacidades de honestidad y liderazgo propio que se necesita al entonar ese esperado mensaje de paz y seguridad que transmitió para confrontar una guerra que apenas empezaba, pero así como la que se suscitó con sus propios demonios, saldría victorioso.
Desarrollada con una fotografía, guion y actuaciones excepcionales, “El Discurso del Rey”, es una prospección a una de las capacidades humanas fundamentales: la comunicación, la pieza angular del sistema social y esencia misma de la filosofía natural de la aseveración universal “Pienso, me comunico y luego existo…”.
Por Angelica Martinez Castañeda
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